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Una distinción fundamental

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Por:   •  26/9/2013  •  Tese  •  8.232 Palavras (33 Páginas)  •  440 Visualizações

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LA ACCIÓN HUMANA

En este primer capítulo veremos la diferencia entre los actos humanos y los actos del hombre, para luego hacer referencia específicamente en los actos humanos, con relación a la moralidad: bondad y malicia del acto humano, las fuentes de la moralidad, la moralidad en los actos internos y exteriores de la voluntad; la estructura del acto humano según Santo Tomás. Trataremos de presentar todo lo mencionado anteriormente sólo de manera introductoria.

1. Una distinción fundamental

Santo Tomás distingue los actos humanos de los actos del hombre en cuanto se consideran propiamente humanos los que son propios del hombre en cuanto hombre, aquellas acciones de las que el hombre es dueño; el hombre es dueño de sus actos mediante la razón y la voluntad. Las acciones propiamente humanas son las que proceden de una voluntad deliberada. Las demás acciones pueden llamarse del hombre, pues no pertenecen al hombre en cuanto es hombre .

Los actos del hombre son, por ejemplo: los gestos instintivos, irreflexivos, los tics, los reflejos, los hechos realizados bajo algún problema psíquico o alguna presión.

2. Los actos humanos y moralidad

Cuando hablamos de acto humano, hablamos por ende, de acto libre que procede de la voluntad ilustrada por la inteligencia; de una voluntad deliberada como ya vimos en el punto anterior.

El hombre se dirige o se aparta de su propio fin por sus actos, entrando así en el ámbito de la moralidad.

Sin profundizar en el campo moral de los actos humanos, sería interesante hacer referencia al obrar moral del hombre, teniendo en cuenta que el hombre cuando obra, no solo produce objetos o influye sobre el mundo exterior, sino que se transforma a sí mismo, como dueño de sus actos, imprimiendo el acto libre en el sujeto una huella, según su bondad o maldad moral.

Así el hombre actúa libremente o sea, voluntariamente, sabiendo perfectamente aquello que está haciendo.

2.1. La voluntad y la inteligencia como constitutivos psicológicos del acto humano

La voluntad y la inteligencia son facultades espirituales; se encuentran en el mismo nivel ontológico.

Para Santo Tomás, la inteligencia y la voluntad poseen distintos radios de acción. Mientras, que en el conocer el intelecto comienza por sí, mediante la sensibilidad que le ofrece la materia ex qua, la voluntad en el querer comienza por sí. Así también, como la verdad o falsedad del entendimiento depende de su conformidad o no con las cosas, la bondad o maldad de la voluntad depende de su aceptación o rechazo del sumo bien objetivo, que es Dios como último fin.

2.1.1. Objeto de la inteligencia

Cuando hablamos de la inteligencia, nos referimos como sabemos, a una de las potencias del alma por la cual, el hombre podrá conocer la esencia de las cosas sensibles, siendo su objeto, el ente, concebido por el intelecto humano como la quididad de las cosas materiales. El ens en cuanto referido a la inteligencia se dice verum, verdadero. Siendo natural que la inteligencia se dirija a la verdad: «El objeto del entendimiento es algo universal, el ser y lo verdadero bajo lo cual se incluye el mismo acto de entender» .

El entendimiento realiza principalmente dos actos, que son: la simple aprehensión, por la cual será capaz de considerar los conceptos y el juicio, es el acto principal de la inteligencia siendo capaz de componer y dividir afirmando o negando la pertenencia o no-pertenencia de una formalidad a un sujeto.

2.1.2. La voluntad y su objeto

Para el Angélico, la voluntad es primer motor de todas las potencias, es causa sui motus y prima sobre el intelecto en el mover .

Como cada facultad, la voluntad tiene un objeto que la especifica, éste es el bien concebido por la inteligencia, quiere decir, entonces, que el mal nunca es deseado por sí mismo, no puede ser amado. Además, quiere decir que no puede quererse lo que no se conoce, y que si su objeto es el bien, quiere decir que ama necesariamente el bien puro y perfecto, el Bien absoluto, que constituye su fin último .

Todo ser ama a Dios naturalmente, incluso sin conocerlo, porque Dios contiene de un modo supereminente todas las perfecciones que buscan las criaturas, y porque nada es bueno sino por participación en su bondad .

Queriendo un bien que concibe, el hombre quiere el Bien; y el Bien es Dios aunque él lo ignore, entonces, la voluntad tiende realmente, pero implícitamente, hacia Dios, como su fin último.

La voluntad es un apetito racional y tiende por sí misma al bien como cada apetito puede ser sólo del bien. Así, vemos que una cosa es ente en cuanto es una cosa real o al menos una cosa que tiene una referencia a la realidad y por esto es buena. Sabemos que todo apetito es una inclinación hacia algo real o que tenga referencia a la realidad, esta inclinación es hacia lo que es semejante y conveniente, entonces una inclinación puede ser sólo del bien, y como dice Aristóteles, el bien es lo que todas las cosas desean y que el fin es un bien o un bien aparente. Pero, no hace falta que sea un bien verdadero y real, sino que sea aprehendido en razón de bien .

Ambas, son capaces de reflexionar sobre sí mismas pero de distinto modo, mientras que la inteligencia lo hace conociendo su propio acto, la voluntad lo hará queriendo su propio acto, esto, porque el objeto de la voluntad es el bien en general, y el acto de querer es cierto bien, entonces es posible que queramos querer, puesto que el acto mismo está implícitamente contenido en la razón del objeto de la voluntad.

2.1.3. La voluntad y la tendencia pasional al bien sensible

Veremos ahora la relación entre la voluntad y las pasiones, si estas últimas influyen o no en nuestro obrar moviendo a la voluntad. Pero antes, tendremos que definir lo que es una pasión y verlas luego, en relación con la moralidad.

Podemos comenzar diciendo que las pasiones son apetitos sensibles. Etimológicamente, en latín passio, del verbo pati; en griego: pazos, del verbo pazein: es más que padecimiento, deseo o ira vehementes u otro desequilibrio pasional. Santo Tomás define tres modos de padecer, utilizando el tercer modo para tratar las pasiones del alma: pasión es cualquier movimiento de alteración con adquisición de una cualidad nociva y pérdida de la opuesta conveniente, y en este sentido padece el que enferma, o se entristece o es contrariado en su inclinación natural.

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